El Salto de las Auroras
Fue después del Día de las Madres, el 10 de mayo. La noche en que se vieron auroras boreales en lugares inéditos de México y del mundo. En Hermosillo, Mexicali, Cancún, en Cuba, en el sur de España. Y era el año 2024. El día anterior estábamos en diciembre de 2015.
Desperté en la madrugada con todo el cuerpo profundamente adolorido, como si hubiera corrido un maratón el día anterior. Me levanté con mucho esfuerzo y entré al baño: era otro, con azulejos y piso inusuales y todos los muebles cambiados. Ahí me miré al espejo y mi cara era extraña: estaba muy demacrado, con ojeras, y me pareció que con más canas en cabello y barba, y más arrugas en la cara. Quedé pasmado un largo rato mirándome y luego volví a la cama. Tardé en dormir de nuevo, pero me venció el enorme cansancio que sentía.
Al día siguiente me desperté en otro mundo. Era mi casa, mi familia, mis objetos, pero de la noche a la mañana se habían realizado cambios muy drásticos. Ya mencioné algunos muebles y objetos que antes no estaban. Así como yo, mi esposa tenía otra cara, como si de pronto se hubiera enfermado. Mi hija, que el día anterior era una niña de primaria, parecía una joven universitaria. Mi teléfono era otro modelo, con varias aplicaciones desconocidas e interesantes. Una de ellas, el calendario, marcaba el 11 de mayo de 2024. Y entonces sentí con un golpe en el corazón la conciencia de lo sucedido. El tiempo había pasado como un tsunami sobre nosotros. Habían transcurrido más de ocho años. Y yo había aparecido en el cuerpo de mi yo futuro, que ahora era ocupado por el yo del pasado.
Comprendí que no había manera de convencer, ni siquiera a mi propia familia, de lo que había sucedido realmente. Lo interpretarían como una broma o como una alteración de mi psique. Sólo me quedaba aguantar mi nueva condición en solitario. Pero esto no es sencillo: tuve que informarme obsesivamente de todo lo que había acontecido en mí, en mi casa, en mi país y en el mundo durante esos ocho años. Por supuesto tenía que enterarme primero de los acontecimientos más notables, incluyendo los grandes cataclismos en México y en todo el planeta. Hubo una pandemia como no se había visto en un siglo, que paralizó la humanidad entera durante dos años. Hay una guerra en Ucrania que ya lleva más de dos años por una invasión de Rusia. Israel está acabando de destruir la franja de Gaza, cometiendo un genocidio que ya lleva varios meses. Hubo un terremoto en México, casi tan letal como el de 1985. Un huracán destruyó Acapulco y se tuvo que reconstruir completamente.
La realidad política de mi país es extraordinaria e impactante para mí: después de décadas de lucha y evolución de la izquierda, esta llegó al poder de la presidencia de México, a manos del perseverante líder Andrés Manuel López Obrador, quien triunfó contundentemente en el tercer intento, tras una hilera continua e interminable de obstáculos, que no terminó a lo largo de todo el sexenio. En el momento de mi llegada, faltaba menos de un mes para las elecciones presidenciales, y el clima político era un pandemónium. Finalmente la izquierda refrendó el 2 de junio una victoria aplastante y por primera vez en 200 años de Historia de México, la república tiene una mujer presidenta: Claudia Sheinbaum, quien ha sido muy cercana a AMLO desde hace más de dos décadas, pero yo no imaginaba que llegaría a tener un papel tan importante en la Historia.
Pero lo más difícil ha sido informarme sobre mí mismo. Por fortuna he mantenido la costumbre de escribir día con día mis actividades en agendas anuales desde los años noventas del siglo anterior. Así que he tenido que estudiar, casi memorizar, cada página de estas agendas de 2015 a 2024, escritas por un Rogelio que vivió normalmente estos ocho años. Esto me lleva a preguntar por ese Rogelio. ¿Dónde está? ¿Este salto que yo realicé provocó un corrimiento y el otro Rogelio también saltó unos años en el futuro, y está viviendo ahora la misma traumática experiencia que yo estoy viviendo, pero en el año 2032? Esto asumiendo que todos los saltos son de ocho años, aproximadamente. O peor aún, ¿ese Rogelio regresó a sustituirme en el año 2015 y vivirá de nuevo todas esas experiencias? En ese caso ¿sigue teniendo el recuerdo de ellas? ¿En cualquier caso podría modificarlas? ¿Se trata de una realidad alterna? Todas estas preguntas me han quitado el sueño y no creo que pueda responderlas algún día.
Pero volviendo a mi nueva cotidianeidad, es el estudio de estas agendas lo que me ha permitido sobrellevar una pérdida de la memoria de estos ocho años, sencillamente porque yo no los he vivido. El Rogelio que sí los vivió fue dos veces a Londres con su hija, fue coordinador de un posgrado, escribió varios artículos, hizo varios videos, se volvió obsesivamente aficionado al tenis, al grado de ver todos los torneos y estar al tanto de los rankings y las estadísticas. Por cierto que las grandes leyendas del tenis, Serena y Federer, se han retirado, y parece que Nadal lo hará pronto. Una tenista española, Garbiñe Muguruza, fue la principal obsesión tenística de ese Rogelio desde 2017 hasta que ella se retiró hace unos meses.
Así que ahora escribo en este blog como acostumbraba. Sólo que ahora la fecha resulta ser ocho años más tarde, debido a un suceso inexplicable con el que estoy aprendiendo a convivir.
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