Víctor Frankenstein, otra versión cinematográfica del mito.
Ayer fui a ver la nueva versión cinematográfica de Frankenstein, llamada Víctor Frankenstein, dirigida por el escocés Paul McGuigan y estelarizada por James McAvoy (Víctor) y Daniel Radcliffe (Igor). Para mí que soy un adorador del mito de Frankenstein y para quien la novela de Mary W. Shelley es el manantial desde donde brota la esencia de dicho mito, es inevitable mirar cualquier manifestación artística de este mito.
Esta película tiene todos los recursos de que dispone una producción (¿o superproducción?) del mainstream cinematográfico mundial. Plantea un énfasis casi total, como lo indica el título, en el personaje de Víctor Frankenstein. Ya esto es para mí una mutilación del mito, cuya principal característica radica en que se trata de un doble mito, centrado en dos seres que coexisten en la tragedia con la misma intensidad dramática, es decir, Frankenstein y la Criatura. Desde la primera hasta la última página de la novela de Mary W. Shelley la historia trágica se teje con estos dos hilos robustos. La tragedia deviene de esta coexistencia indisoluble.
Es cierto que antes de la creación del monstruo, su estado embrionario consiste en la materia muerta a la que Víctor quiere dotar de vida en su obsesión por vencer las leyes de la Naturaleza, y por lo cual Mary W. Shelley llamó a Frankenstein el Moderno Prometeo. La película narra todo este período previo a la creación y finaliza con esta. Así que aquí, la Criatura no pasa de ser un embrión y al final es una creación puramente violenta, en la que no se aprecia la conciencia. La tragedia del mito está cercenada, porque es precisamente la conciencia de la Criatura el motor de esta tragedia.
Asumiendo esta grave amputación, veamos pues a Víctor en su obsesión por animar la materia muerta. Esta es en efecto la motivación del personaje de la película, justificada por la muerte de un hermano mayor, llamado Henry, dentro de la alteración que hace el guión sobre la familia Frankenstein, respecto de la novela concebida por Mary W. Shelley. Es decir, la obsesión es rebajada a un terreno humano, pues el Víctor Frankenstein de la novela no necesita de parientes muertos que haya que revivir. Su obsesión es titánica, como la de Prometeo: es quitarle a los dioses o a la Naturaleza el derecho exclusivo de dotar vida. El director le indica al actor que haga a un obsesivo al borde de la locura y el resultado es una sobreactuación de McAvoy, a base de expresiones artificiales que enmascaran la obsesión más sutil y poderosa del personaje literario.
Otras sobreactuaciones están presentes: la del niño rico que financia el proyecto de Frankenstein, convirtiéndolo en algo que pudiera haber organizado la NASA, en vez de el hombre maniaco y solitario que tiene un proyecto íntimo. Pero también está la de Andrew Scott, que personifica un Sherlock Holmes católico, a manera de antagonista, quien llega al paroxismo de la sobreactuación con las expresiones faciales de sorpresa al llegar al castillo que ha explotado con una sobrecarga. Es lamentable, tratándose del actor que hizo un excelente Moriarty en la serie Sherlock, que entre otros fue dirigida por Paul McGuigan. (Pareciera que el director quiso llevarse la producción de Sherlock al mito de Frankenstein.)
La película tiene como co-protagonista a Igor, el asistente de Frankenstein que comenzó a aparecer por lo menos desde la película de 1931 y que se ha vuelto parte del estereotipo. Es la inserción de este personaje en el guión la que salva la pelicula, aunque Igor mismo no se salva del pandemonium (que pretende ser climático) previo al final anticlimático: el monstruo destruido (por lo menos lo hubieran dejado vivo y suelto), Frankenstein exiliado, prometiendo nuevas obsesiones (mundanas) e Igor y Lorelei felices con sus vestuarios elegantes que nadie sabe cuándo habrán de devolver, pues su estatus económico y social no está claramente resuelto. La actuación de Radcliffe, quien está logrando desprenderse de Harry Potter, es muy interesante al principio de la película y después cumple su papel mejor que McAvoy. Teniendo como referencia de nuevo la novela, Igor juega el papel de Henry, el amigo de Víctor, quien no participa mucho de la obsesión y el proyecto de él, lo cual muestra el grado de intimidad que tiene este proyecto para Víctor. Dicho sea de paso, en la novela Henry acaba siendo también asesinado por la Criatura.
Interesante y visual, es lo que me queda para calificar esta película, que por lo menos no llega a la mediocridad del churro de 2014, I, Frankenstein.